“Sanando desde la fe y el amor propio”

Pasos hacia jesus

hablemos de eso que duele…

Perdonar. Solo leer esa palabra puede hacerte sentir algo en el estómago, ¿cierto? Porque perdonar no es fácil. A veces no queremos hacerlo. Otras, no sabemos cómo. Y otras más… ni siquiera sabemos si lo merecen.

Pero aquí va una verdad con mucho amor: perdonar no es decir “no pasó nada”. Es decir “pasó… pero ya no me va a controlar”. Y eso, amiga, es poderoso.

Perdonar no es olvidar (es soltar)

Perdonar no significa que lo que te hicieron estuvo bien. No se trata de negar el dolor, ni de hacer como si nada. Al contrario: el perdón empieza cuando te das permiso de sentir todo… y aún así decides no quedarte atada a eso.

Jesús no dijo “olvida lo que te hicieron”. Dijo: “Perdona como yo te perdoné” (Colosenses 3:13). Y Él no nos perdona porque lo merezcamos, sino porque nos ama. Así de radical, así de libre.

El perdón es más para ti que para la otra persona

A veces la otra persona ni se entera que te hirió. O no se arrepiente. O no cambia. ¿Entonces por qué perdonar? Porque tú mereces paz. Tú mereces cerrar el capítulo sin cargar con el veneno de la amargura.

El perdón no es un regalo para quien te lastimó, es un regalo que te haces a ti misma.

No hay perdón sin proceso

Tú puedes amar a Dios y aún así sentir que no puedes perdonar todavía. Está bien. No se trata de apretar un botón y ya. Se trata de caminar hacia eso, paso a paso, con oración, con terapia si lo necesitas, con espacio y con verdad.

Dios no te exige perfección emocional, solo te invita a entregarle lo que llevas dentro. A veces ese perdón empieza con un simple: “Señor, ayúdame a querer perdonar”.

Perdonar no significa volver a lo mismo

Puedes perdonar y aún así poner límites. Puedes sanar y decidir no volver a abrir la misma puerta. Porque el perdón no borra tu valor, al contrario: lo afirma. Y parte de perdonar es también perdonarte a ti misma por lo que permitiste, por lo que no supiste en su momento, por lo que callaste.

Dios también quiere sanar esa parte de ti.


El perdón es una forma de libertad

Perdonar no es rendirse. Es levantarse. Es decir “esto me dolió, pero ya no va a definirme”. Y hacerlo desde el amor propio, sabiendo que no estás sola en el proceso, es una forma hermosa de honrar tu historia y tu sanación.

Así que si estás ahí, con el corazón herido pero con ganas de sanar… que sepas esto: Dios te acompaña en cada paso. Y donde hay perdón, hay paz. No perfecta. No inmediata. Pero sí real.

Y tú mereces paz, amiga. De la buena, de la que se siente hasta en los huesos.


Aquí tienes un pequeño plan para aprender a perdonar. No es una fórmula mágica, pero sí una guía amorosa para caminar hacia el perdón sin perderte a ti misma en el camino.


1. Reconoce lo que sientes (sin filtro)

Permítete sentir. Escríbelo, ora, llora si hace falta. No minimices lo que pasó ni te obligues a “estar bien”. El perdón empieza por la verdad emocional.

“El Señor está cerca de los que tienen el corazón quebrantado.” – Salmo 34:18


2. Llévalo en oración (aunque sea con enojo)

Dios no necesita palabras bonitas, necesita tu corazón honesto. Cuéntale todo: lo que te duele, lo que no entiendes, lo que aún no puedes soltar.

“Señor, no sé cómo perdonar, pero quiero aprender. Ayúdame.”


3. Decide perdonar (aunque no lo sientas todavía)

El perdón empieza con una decisión, no con una emoción. Di en voz alta: “Elijo perdonar”. Aún si te cuesta. El corazón se va alineando después.

Repite: “Perdonar no es sentir bonito. Es elegir sanar.”


4. Pon límites sanos (y necesarios)

Perdonar no significa exponerte de nuevo al daño. Puedes soltar el rencor y aún así mantener distancia por tu amor propio. Perdonar no borra tu dignidad, la fortalece.


5. Perdónate a ti también

Tal vez hay cosas que te reprochas: “¿Por qué no hablé? ¿Por qué aguanté?”. Recuerda: hiciste lo mejor que pudiste con lo que sabías. Ámate en tu proceso.


6. Vuelve a intentarlo las veces que haga falta

El perdón es un proceso, no una línea recta. Habrá recaídas emocionales. Habrá días buenos y otros no tanto. Pero cada intento cuenta. Y cada paso es sanación.


💛 Recuerda:

El perdón no borra lo que pasó, pero sí sana lo que quedó.
Y tú no tienes que hacerlo sola. Dios camina contigo, paso a paso, con gracia y amor.


Descubre más desde Pasos Hacia Jesús

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *